"Creo que la mejor manera de intentar explicar o comprender que es eso de “alta fidelidad”, es empezar hablando de “alta infidelidad”.
Somos muchos los que pensamos que estamos viviendo una segunda época dorada de la alta fidelidad, por motivos muy diferentes a los que acontecieron a finales de los setenta y principios de los ochenta. En esa época, la alta fidelidad era una batalla tecnológica por ver que fabricante lograba las mejores especificaciones de un producto, sin importar el precio, materiales o diseño, la excelencia era el primer objetivo. También nació por entonces el High-End, al menos de manera comercial.
En la actualidad, 40 años después, los avances tecnológicos y la madurez de muchos de los procesos y componentes implicados en la industria de la alta fidelidad, han logrado que podamos acceder a excelentes electrónicas a precios realmente buenos, impensables hasta ahora, aunque se tenga la percepción de ser una afición costosa. Pues bien, lejos de aprovechar esta circunstancia, las nuevas generaciones se han desplazado al lado oscuro de la industria, donde la calidad es algo secundario o accesorio. Estoy convencido que los padres de los más jóvenes y posiblemente sus abuelos si son muy jóvenes aún, escuchaban la música con más calidad de lo que lo hacen hoy en día los jóvenes y los no tan jóvenes.
Se ha impuesto una manera rápida de consumir música, no importa como suene, solo importa que puedas hacerlo alto y rápido. Voy a poner un ejemplo, que se repite miles de veces a diario:
Un grupo de amigos, se dirige hacía el banco de la plaza de turno, se sientan a charlar y uno de ellos saca el móvil. “¿Habéis oído la última canción de X?”, pregunta en voz alta para todo el grupo. La mayoría, no lo conocen, a otros le suena. “Saca el altavoz que la pongo, está en Spoty…”. Y dicho y hecho, uno de ellos saca su altavoz portátil con Bluetooth, lo conecta al móvil y empieza a sonar la canción, más o menos pegadiza, a un buen volumen, para que nos vamos a engañar.
¿Os suena alguna historia parecida a ésta?, lo más probable es que hayáis vivido una situación más o menos similar, comparable, estoy casi convencido de ello. Hasta aquí, nada fuera de lo normal, un grupo de jóvenes, la música de moda y algunos productos tecnológicos de por medio, un poco el día a día.
Pero esta historia, podríamos describirla también de esta otra forma:
- Buscamos una canción en Spotify o YT con un rango dinámico peor que el timbre de un teléfono con el único sentido de sonar más fuerte que la canción del rapero de al lado.
- Esa canción, ya mal editada estará comprimida con suerte en MP3 a 320 Kbps en el mejor de los casos, en cualquier caso, con pérdidas.
- Por si fuera poco, la trasmitiremos por BT, que bueno teniendo en cuenta lo anterior es un mal menor.
- Finalmente, para ser reproducida en unos auriculares baratos o -lo que es el colmo de los colmos- en un altavoz monofónico con más distorsión que una cafetera hirviendo….
Y esto es a lo que llamo alta infidelidad, a la
reproducción musical en las peores de las condiciones cuando disponemos de tecnología para hacerlo con una calidad impresionante a precios relativamente asequibles, muchas veces más barato que estas combinaciones muy resultonas y llamativas, pero lejos de la alta fidelidad.
Si retrocediéramos a los años 70-80 e incluso a los 90, y contáramos a alguien cómo escuchamos la música hoy y les dijéramos que serían malas grabaciones, con pérdidas, en un altavoz monofónico, pensarían que nos estábamos quedando con ellos y vacilando un poco…o bastante.
Porque
además de disfrutar de la música que te gusta, sea la que sea, se puede disfrutar con calidad, una calidad que puede estar al alcance de todos y muchas veces no la disfrutamos de esa manera porque simplemente no se conocen las opciones que tenemos disponibles.
La alta fidelidad no tiene por qué ser cara, de hecho, como he comentado, posiblemente sea ahora más barata que nunca en las gamas de acceso y en cambio el marketing, las modas, el desconocimiento por verlo algo “antiguo”, “caro”, “voluminoso” o vaya uno a saber por qué, hace que mucha gente invierta dinero en escuchar la música peor de lo que podría hacerlo con menos dinero. Incomprensiblemente, alta infidelidad.
En definitiva, si nos gusta disfrutar de la música en un auditorio, en un concierto, ¿por qué no hacerlo en casa, en el coche o paseando?, y no confundamos volumen con calidad, son dos cosas distintas. Hablamos de calidad y también de volumen, si se quiere.
Pero, no quiero acabar esta introducción sin dar también un pequeño tirón de orejas a la industria, ya que pese a disponer de procedimientos industriales y de diseño de gran calidad, no es oro todo lo que reluce, y debemos ser precavidos, en parte este libro pretende abarcar de una manera sencilla, todos aquellos conceptos, dudas, preguntas y “prestaciones” que nos podamos encontrar en el mundo del audio, desde un punto de vista muy sencillo, como una explicación que puede estar dando un colega a otro…
La triste realidad, es que estamos dispuestos a pagar cantidades mayores por un televisor (que se han convertido en el centro de nuestro salón) o por un móvil, smartwatch, etc. Los primeros (los televisores), los cambiaremos cada 8 años como muy tarde, el móvil cada dos años, etc. sin embargo, no buscamos esa “calidad” en productos de audio que pueden durar décadas.
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