Os doy mi punto de vista.

La vivienda es un bien de consumo duradero, con una vida útil media que podíamos estimar en 100 años. Como este período es tan largo, podemos hablar más que como un bien de consumo duradero, como una inversión. En este último sentido, el rendimiento de la inversión lo da por una parte, la renta que obtenemos si la alquilamos o la que dejamos de pagar a un tercero en el caso de que vivamos en nuestra propia vivienda en propiedad. De hecho en otros países de nuestro entorno, se considera como renta sujeta a impuesto el hecho de no pagar a un tercero por vivir en su casa.

Bien. Desde un punto de vista estrictamente financiero empresarial, no habría ningún inconveniente, sino más bien al contrario, en financiar la vivienda con un préstamo que coincidiera con su vida útil, es decir, 100 años. Si esto no es así es por muchas razones, pero de entre ellas la más poderosa es que además de servir para el uso duradero del propietario, la vivienda cumple una función de ahorro, pues las expectativas de futuras revalorizaciones permiten capitalizar el gasto y obtener una rentabilidad superior a la de otros activos y además, con la seguridad del bien tangible, este sí, el ladrillo.

La subida de los precios de las viviendas obedece a muchas causas pero la teoría económica nos enseña una fundamental: hay más demanda que oferta. Las causas de la subida de la demanda son fundamentalmente, la enorme natalidad de los años 60, la inmigración, el retiro de millones de europeos que se vienen a vivir una vez que se jubilan, la inversión de millones de españoles y europeos en segundas residencias, etc. causas alimentadas por una situación de tipos de interés bajos desde hace muchos años y facilidades crediticias nunca vistas para su compra.

Y las causas de la contracción relativa de la demanda se centran en una: la escasez de suelo edificable. Digo edificable, no de suelo, porque de ese nos sobra a montones. Esta escasez se debe a la intervención administrativa, que ha llegado a determinar incluso que el derecho a edificar no forma parte del derecho de propiedad. El problema es que son los ayuntamientos, CC.AA. y en último término, el Estado, quienes determinan cómo, cuándo, cuánto y dónde se puede edificar y cuánto hay que pagar al Ayuntamiento por ello (corrupción aparte). Y con las cesiones de terrenos y aprovechamientos urbanísticos forzosos para construir VPO (dejo aparte zonas verdes y servicios sociales) todavía se restrinje aún más la oferta, de manera que los precios sólo pueden subir constantemente mientras la demanda no se vea satisfecha.

Y con las VPO pasa siempre lo mismo, su precio es inferior al de mercado por lo que su demanda siempre será muy superior. Y lo malo es que una vez consigues la VPO es el chollo del siglo, pues aunque luego te conviertas en Onassis, seguirá siendo tuya. Y eso sí, lo que pague de menos el afortunado propietario de la VPO lo pagarán los que no la consigan, encareciéndose aún más la vivienda libre, lo que a su vez genera más demanda de vivienda social, etc.

La principal queja de los propietarios de VPO en Donosti es que ... los garajes son tan pequeños que no les caben los todo-terreno.

Pero no os preocupéis que Madrazo, el singular Coordinador de IU-EB y Consejero de Vivienda y Asuntos Sociales del Gobierno Vasco, tiene la solución: prohibir que los bancos financien la compra de viviendas. Muerto el perro se acabó la rabia. Lo malo es que su consejería seguiría existiendo después.