Tampoco hagas uso de casi todos los dedos de una mano para contabilizar centurias, cuando en el reciente -aunque pasado- siglo XX, por allá en el año 1926, mi tía abuela se casó con 14 años con un señor presuntamente adinerado -diente de oro incluido- de 46. Y a todas estas, por obligación expresa de sus padres -los de ella, claro está; los del mozalbete entrado en años, contentísimos, oiga-, ¡pero es que era normal! al menos en donde se crió, vivió y a cincuenta kilómetros escasos de donde murió.
A Alejandro, el Grande, también le gustaban de su seudónimo...