no me sorprende que un tarado bordelino asalte impunemente a una cría en público: hemos creado entre todos un entramado social que lo permite y lo facilita
mo me sorprende que el código penal considere a ese tarado una víctima antes que un verdugo: otra sarta de tarados bordelinos lo impulsaron y lo redactaron de espaldas al sentido común y la recta inteligencia de los hechos
no me sorprende que un juez interprete ese código favorablemente para el tarado, como tampoco me sorprende que el fiscal, en primera provisión, desista de personarse: un sistema educativo deplorable, aberrante para con el mérito, y favorecedor de la envidia, de la insania y de la mediocridad los ha aupado hasta sus puestos y los mantiene sobre la estupefacción de su entorno
sí me sorpende, o al menos no lo esperaba, no todavía, que gran parte de los medios de comunicación hayan lanzado a la calle a su jauría de periodistas en busca de la entrevista, al precio que sea, del modo que sea, para convertir en héroe mediático a un despojo humano cuya vida -se me antoja- tendría más valor troceada sobre la platina de un microscopio
pero esa sorpresa es probablemente un reflejo automático, el mismo del monstruo que descubre su deformidad al mirarse por primera vez en un espejo; porque lo más espantoso de esto es que esos periodistas han obedecido las órdenes de sus amos a sabiendas de que el público lo quiere, que nosotros encenderemos los televisores para ver a ese pobre despojo humano babear sus zafias jactancias de macarra, sus escupitajos, su condición bastarda
y puesto que eso es lo que queremos ver, puesto que eso es lo que vemos, eso es lo que somos
y me avergüenzo, me avergüenzo de mi patria, de mi tierra, de mi gente y de mi pueblo, me avergüenzo profundamente como ser humano, me avergüenzo porque una niña es humillada y nosotros acudimos como hienas a escuchar el discurso que su agresor nos tiene reservado
propicios