Repasan el tema que nos ocupa en este hilo en un artículo en El País de hoy.
No expresa completamente mi opinión, pero si expresa al menos la no homogeneidad de los varones y el desconcierto de algunos de ellos.
Identifica correctamente que existe un problema de machismo residual, que ciertas fuerzas políticas quieren usar, pero ADEMÁS hay otro colectivo, en el que creo que nos encontramos algunos de aquí, que lo que sentimos es que la igualdad es una línea irregular, y cuando nos toca a nosotros la parte estrecha tenemos el mismo derecho a expresar nuestro desconcierto.

El machismo asoma sin complejo

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El sociólogo Michael Kimmel acuñó ese término (Angry White Men en inglés) y ha estudiado sus efectos en la sociedad y en la política: “Entienden que las verdaderas víctimas no son ni las mujeres, ni las minorías, ni los gais, sino ellos mismos”, explica al teléfono desde Estados Unidos. Tras observar en los últimos años una nueva explosión del feminismo, hay hombres que se sienten “vulnerables y asustados” ante un nuevo escenario en el que las mujeres ganan terreno, donde ellas reclaman ocupar una cuota equitativa de poder y piden nuevas reglas de juego: “Todo lo que han aprendido sobre cómo ser un hombre ahora se pone en cuestión. A la aristocracia nunca le ha gustado la meritocracia y eso es justo lo que les pasa a los hombres que siempre han estado arriba sin que nadie se lo dispute”, explica Kimmel.
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Me parece una simplificación muy simple lo de Meritocracia y Aristocracia. El desconcierto no es por pérdida de privilegios, creo que es por la indefinición del rol masculino.

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Han pasado dos siglos y nadie cuestiona el derecho al voto o el trabajo de las mujeres, ahora lo que se pone en duda es que aún haya que combatir la discriminación. “Detrás de los Angry White Men o de Vox no vas a encontrar necesariamente hombres que digan que las mujeres son inferiores, sino más bien que cuestionen que los hombres tengan más privilegios o que todavía sea necesario luchar por la paridad”, explica la politóloga de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y editora de Politikon Berta Barbet. En España, la brecha salarial entre hombres y mujeres es de un 16% y el porcentaje de mujeres en cargos directivos, de un 27%.
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Este párrafo anterior lo acaban con la típica puñalada para desmentir lo anterior, cuando ya se ha explicado que ese indicador estadístico, la brecha salarial, es falaz y machista.