No necesariamente tiene que ser uno un garrulo integral de esos que va a lavar el Seat León los domingos al túnel de la gasolinera más cercana y cuya máxima aspiración es participar en MYHYV e ir a ver Furious 7 al multisala más cercano, para que El árbol de la vida te parezca un coñazo infumbale y, como es también mi caso, acabes quitándola -o lo que era antiguamente largándote del cine-, cosa que he hecho contadas veces en mi vida.

Me gusta Woody Allen, por mencionar a un director cuyo cine que va más allà de pegar tiros o dar tortazos, aunque siempre tiene uno un día tonto para ver algo de poco pensar. También me gustan muchos de los clásicos, aunque no siempre por el hecho de serlo implica calidad.

No aguanto a François Truffaut o al recientemente fallecido Manoel de Oliveira, cuyo "O convento" también me hizo levantarme de la butaca, y no precisamente para aplaudir.

Realmente debemos interpretar lo que nuestros sentidos nos transmiten de una forma muy distinta, porque precisamente tampoco pude acabarme El artista, y eso que iba con todas las ganas de verla por lo que había escuchado de ella.