Hay bandas sonoras que por si mismas, sin el apoyo de las imágenes, nos llegan y cautivan. Son esas en las que cierras los ojos mientras escuchas y los escenarios se suceden en tu mente y tu imaginación, en ocasiones incluso en parajes y situaciones diametralmente opuestos a o muy alejados de aquellos para los que fué concebida.

Pero hay otras sin embargo que tienen tal simbiosis con la película que sonorizan que cuesta entender y apreciar a la una sin la otra. Y esta es un ejemplo de ese tipo:



La onírica existencia de una dulce criatura en la otra y dura cara del "sueño americano".