De la misma forma que el epicentro musical (y espiritual) de la película “El Pianista” de Polanski es Chopin, en su réplica de género de “La Pianista” de Michael Haneke este es sustituido por Schubert, lo cual es un detalle de crucial importancia dado que es uno de mis compositores favoritos y quizás el que más me afecta en lo más íntimo. El film está basado en una novela homónima de la escritora Elfriede Jelinek, nobel de literatura. Plagada de fragmentos de música del autor para piano, lieder y trios, junto a otros de Rachmaninov, Bach, Beethoven, Chopin…, y regado con apetitosos comentarios musicales (hasta citan a T.W. Adorno!!!). Si habéis llegado hasta aquí y tenéis veleidades toponímicas habréis reparado en que todos ellos son austriacos (Director, Novelista, Compositor Central) con lo que no hay de que preocuparse por las interpretaciones freudianas de la truculenta historia que se muestra en pantalla.



La historia versa sobre una profesora de piano de conservatorio que envuelta en un opresivo ambiente familiar desarrolla una personalidad sadomasoquista, contradictoria y conflictiva que le impiden mantener unas relaciones mínimamente empáticas con sus alumnos y personas de su entorno. Pero esto no es una historia de fustas, cuero y glamour SM, aquí hay personajes despellejados, kleenex sucíos, sexo imposible a temperaturas bajo cero y relaciones de dominio y sumisión que se manifiestan como agresiones y crueles humillaciones.

Si te gusta el cine de Haneke puede ser una obra maestra, esa experiencia de voyeurismo exacerbado que es marca de la casa y su completa renuncia al posicionamiento moral (o de cualquier otro tipo) de su narrativa cinematográfica está aquí bien servido. Isabelle Huppert está descomunal en el despliegue glacial, frágil, vulnerable y de una crueldad abyecta.

De lo que se deduce que es que es imposible tener una correcta interpretación de Schubert si vives en un país con buen clima.

Por eso si sientes la imperiosa necesidad de escuchar la obra pianística de Schubert tras la película deberías comenzar con Alfred Brendel. También austriaco, por cierto…

Saludos