Bueno, vale, igual es un poco exagerado decir que muevo la cabeza como en un partido de tenis, pero sí que es verdad que, aun gustándome las teles grandes (ande o no ande burra grande), llega un momento en el que no estoy a gusto del todo. Digamos que hay un punto tope en el que más pulgadas no me dan satisfacción, sino incomodidad. Más pulgadas de pantalla, que os conozco, so pervertidos.







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