Your feedback matters. Así titulaba Microsoft uno de los comunicados más delicados y controvertidos que la compañía de Redmond haya tenido que dar. Don Mattrick, presidente de la sección de entretenimiento, anunciaba en el blog oficial de Xbox que Microsoft había decidido sacar la bandera blanca y cancelar gran parte de la polémica estrategia planteada para la nueva Xbox One: no habrá conexión permanente, podremos intercambiar, prestar y vender nuestros juegos usados en formato físico sin ningún tipo de límite y el dispositivo no tendrá bloqueo regional.

Microsoft anunció sus planes originales para Xbox One hace exactamente un mes con un paquete de novedades, algunas positivas y otras muy negativas, que cambiaban de forma sensible el concepto de consola de videojuegos que habíamos tenido hasta la fecha con xbox 360 o PS3. Descargas digitales, juegos en la nube, conexión permanente o cámaras espía eran solo algunos conceptos que muchos no supimos encajar. Internet ardió, y Sony aprovechó el incendio para cargar en el pasado E3 contra su principal competidora.

Enfundada en el traje de adalid de la libertad, la compañía japonesa demostró su habilidad en el arte de la guerra para descuartizar todas las medidas tomadas por Xbox One, presentando PS4 como la única alternativa si el jugador pretendía seguir siendo el que tomase sus propias decisiones. Como ya hiciera Steve Jobs en su brillante campaña contra IBM (salvando las distancias), Sony consiguió ridiculizar las medidas más indigestas de la estrategia de Microsoft, pintándola como el villano a evitar en la próxima next gen.

Desconocemos si este giro de 180 grados es fruto del clamor popular, de posibles acuerdos con la industria o de algún análisis prematuro de las ventas (reservas), pero lo cierto es que Microsoft ha reculado para bien y para mal, eliminando de su estrategia aquellas partes más polémicas y llevándose por medio otras que, al menos para algunos, no resultaban tan negativas.

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