Creo que en una sala de música con tantos amantes de la clásica como es ésta, no podemos dejar de referirnos al reciente fallecimientos de dos inmensas artistas.

El 3 de agosto pasado murió a los 90 años de edad la grandísima soprano Elisabeth Schwarzkopf, la última superviviente de esa hornada de legendarias sopranos de la postguerra que incluyó también a María Callas, Renata Tebaldi y Victoria de los Ángeles.





Elisabeth Schwarzkopf fue una mujer de una gran belleza, interprete insuperable de las grandes heroinas Straussianas, como la mariscala del Caballero de la Rosa, y de las féminas mozartianas, como Fiordiligi y Donna Elvira. A diferencia de otras divas de ópera fue también una refinada interprete de lied. Sus lieder de Schubert y de Hugo Wolf, o las Cuatro Últimas Canciones de Strauss serán por siempre un monumento de una técnica inmaculada y exquisita a la que sin embargo algunos achacan cierta frialdad germánica.

Un mes antes fallecía en los EEUU, a los 52 años de edad, víctima del cáncer, otra artista notable: la mezzo americana Lorraine Hunt Lieberson.

Lorraine Hunt, que se inició como interprete de viola, fue una mezzo de una gran personalidad y con un estilo vocal e interpretativo lleno de carácter. Destacó sobre todo en el repertorio barroco y su carrera, todavía fulgurante, fue truncada por su muerte. Es la protagonista de uno de mis mejores SACDs:



También es la protagonista de unos de mis mejores álbumes en CD: la ópera Médée, de Marc Antoine Charpentier, en la versión de William Christie para Erato:



Requiem eternam dona eis Domine, y que vivan por siempre en nuestras grabaciones.