el miedo es un síntoma, no es la enfermedad

miedo a defender la ley porque la ley no te defiende a ti, porque los derechos de quien la infringe se sobreponen a los de quienes la cumplen

miedo a poner por obra una convicción frente a quienes hacen bandera del no importa, da lo mismo, no pasa nada y nadie tiene la culpa

pero miedo, sobre todo, porque no existen principios éticos a los que atenerse y sobre los que fundamentarse, de manera que nos enfrentamos a la vida como un niño a un examen de matemáticas sin saber la tabla de multiplicar... y fracasamos, y tenemos miedo

miedo porque todo es relativo, porque hasta la propia vida humana es ya susceptible de enajenarse -otro más de tantos eufemismos- si la causa que lo requiere está de moda, sirve a lo políticamente correcto o beneficia a la mayoría, como si la mayoría, el número, la cantidad, de pronto hubiese adquirido un valor casi taumatúrgico, superior al del individuo

miedo, en fin, porque si defraudas mil euros al fisco eres un miserable criminal insolidario, mientras que si asesinas a mil personas eres un grupo independentista con sobrados derechos históricos y demás

miedo porque si cumples eres ganado mientras que si quebrantas mereces nuestro atención y nuestros afectos y nuestras subvenciones

miedo porque tus logros son egoísmo, porque sus crímenes son logros

miedo porque se celebra a los ladrones, a las prostitutas, a los asesinos; pero de ti, que creas, que amas, que conservas, de ti se ríen mientras esperan que tropieces

o quizá sólo sea miedo a decir gilipolleces frente al juicio de tan altos filósofos como la patria alberga: que ellos, pues, nos corrijan y que el oprobio se nos destine

propicios, como yo digo