El exclaretiano Benjamín Forcano Cebollada desde hace tiempo decidió situarse en la frontera, si no la traspasó repetidas veces. Recordamos de 1969 un confuso artículo sobre las relaciones prematrimoniales (Ilustración del Clero, junio y julio-agosto, 69), otro, demoledor sobre la vida religiosa (Vida Nueva, 29-4-72), la defensa de la contracepción (CIO, 14-4-73)…
Firma el comunicado al Papa pidiendo se reabran las secularizaciones (El País, 25-11-79), la exposición en favor de Kung (El País, 23-12-79), se manifiesta favorable al divorcio (Vida Nueva, 15-12-79), denuncia los recortes a la libertad de expresión en la Iglesia (El País, 2-5-81), participa en la boda de Tamayo (El País, 31-8-82).
Pero es la situación hispanoamericana la que le tiene permanentemente ocupado en escritos, artículos, manifiestos y proclamas, bien solidarizándose con la guerrilla salvadoreña (El País, 15-12-81; 27-3-82; 25-3-83) ya justificando, contra el parecer de la jerarquía de aquel país, la dictadura sandinista de Nicaragua (El País, 19-7-83; ABC, 6-11-83; El País, 7-1-84; 25-7-84; 24-4-86; 19-7-86; Ya, 21-8-86).
Se le tiene por uno de los clérigos favorables al aborto (Tiempo, 14-2-83). Será uno de los firmantes del escrito en favor de la Teología de la liberación (El País, 13-11-84), de la solidaridad con Boff (El País, 31-5-85) y del manifiesto pidiendo la salida de la OTAN (El País, 14-12-85).
El Vaticano previene contra su libro Nueva Etica Sexual (Ya, 29-4-86: Iglesia-Mundo, 2ª quincena, abril, 86). Aunque se había adelantado en lo mismo el obispo de Cuenca, Guerra Campos, que publica en su Boletín diocesano una nota con este ilustrador título: «Un libro de ética sexual y la doctrina católica» (Boletín Oficial del Obispado de Cuenca, diciembre, 85).
«Interrogado o seguido de cerca por Roma» (El País, 24-8-86), será uno de los 29 firmantes de la declaración contra la involución eclesiástica (El País, 14-12-87) y, por fin, es destituido de su puesto de director de Misión Abierta (ABC, 11-5-88) por intervención directa del cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (El País, 11-5-88). Hacía meses habían desaparecido de la mancheta de la revista varios miembros del Consejo de redacción, todos ellos exclaretianos. La Orden claretiana se apresuró a asegurar por un portavoz que la destitución «no ha sido iniciativa de nuestro gobierno general que se ha limitado a asumir lo llegado de más arriba» (Ya, 12-5-88).
Las destituciones de Forcano, Castillo y Estrada desataron la indignación del progresismo (El País, 14-5-88; ABC, 4 y 23 6-88; El País, 7 y 13-6-88: Ya, 23-6-88; El País, 23-6-88; ABC, 24-6-88).
Forcano apoya el antivaticano documento de Colonia (El País, 1-2-89), firma, con todo el comunismo un escrito contra las bases USA en España (El País, 9-3-89) y con otros 61 acusa a Roma de actuaciones «autoritarias y excluyentes» (El País, 19-4-89). También hace campaña para que concedan al ultraprogresista obispo Casaldáliga, claretiano, el Nobel de la Paz (El País, 4-3-89).
Su artículo «La Cruz, ¿un símbolo sadomasoquista?» (El Independiente, 7-4-91) es lamentable. Participa también en la boda del sacerdote Tamayo.
La Orden claretiana, no sabemos si motu propio o debidamente aleccionada, expulsa a seis religiosos «por discrepancias con sus planteamientos teológicos» (ABC, 28-4 93). Entre ellos Benjamín Forcano. Su amigo el obispo Casaldáliga los acoge benévolo en su diócesis de la selva brasileña; pero no debió gustarles Brasil porque optan todos, con permiso del obispo, por residir en Madrid.