cuando era pequeño, los curas nos llevaron al fútbol, a ver a la cultural y muy deportiva leonesa: me recuerdo con siete u ocho años en el córner sur, a veinticinco pesetas y de pie, muy serio yo, que nos habían dicho que aquello era un espectáculo popular y era cosa seria
a eso de empezar la gresca, que no había empezado, un tipo grande con aspecto de oveja (llevaba un jersey de lana tejida en ochos) se encaramó a la grada y empezó a vociferar "árbitro hijo puta", así, sin más ni más, sin que nadie lo provocase ni otra alma apareciese por el campo de juego que un par de fotógrafos y algún recogepelotas
y desde entonces parecido hasta el final, supongo, porque no recuerdo nada más, excepto al padre iturbe exculpando al furioso y encubriendo sus blasfemias con eufemismos del tipo es un gran aficionado o está muy tenso, lo que se llama caldear el ambiente, pero vosotros, niños, vosotros fijaos en qué bien corre la banda ese chico, y cuánto pundonor le pone ese otro, porque el padre iturbe era aficionado, de verdad, de los que sienten la jugada y el trazo vigoroso del lateral izquierdo cuando sube la banda y cruza la bola hacia atrás, como por sorpresa, hacia el desmarque que sólo él imagina y en el que alguno, a veces, lo secunda
con el tiempo, lo intenté de nuevo: fue durante la paliza del milan al madrid, y fue igualmente desolador ver a michel, el fino, caer en la indignidad, y a los forofos, a mi alrededor, justificar cualquier cosa, de cualquier modo, a cualquier precio: que gane el nuestro, aunque sea metiendo el gol con el culo y de falta injusta, que somos el madrid y somos señores y la grandeza moral nos asiste y éstos nacieron ayer y forman una gleba de aficionados
obviamente y con semejante lastre, el fúbol me parece —contadas excepciones aparte— un deporte zafio, donde el resultado vale más que la manera de conseguirlo: no pierdo, pues, el tiempo siguiendo sus avatares para disfrutar diez segundos de una larga, brutal, tediosa y tramposa liga
sentí vergüenza viendo a aznar chupando fárea con las piernas sobre la mesa, sentí vergüenza cuando se descubrió el falso pastel de las armas de destrucción masiva ("vamos a echarlo de allí porque es un jodido dictador, y punto", me hubiera valido), sentí vergüenza con el vanidoso "no toca" y con los hilillos de alquitrán y con tantas cosas
y pensé que yo valía más que quienes me gobernaban, o que, al menos, no merecía que me insutasen la inteligencia de esa manera
y no les voté
y hoy me apena ver que tanta gente que considero inteligente no es capaz de rebelarse contra uno de los mayores necios que ha accedido al gobierno de este país, una de las mentes más planas, cobardes y sectarias (como corresponde a todo mediocre) que nos ha tocado en suerte, o que nos hemos merecido
respeto la defensa de unos postulados, respeto que éstos prefieran unos modos y aquéllos otros, pero no se trata de ganar así, ni a cualquier precio, no se trata de justificar cualquier cosa de cualquier manera, con el culo o como tercie, a última hora: lo siento pero no juego: es feo, es repugnante, y me provoca asco
probablemente esta vez sí vaya a votar, y probablemente, en el colmo de la desesperación, no vote por, vote contra
supongo que eso me pasa por ser gente
propicios