Las mascarillas son una herramienta útil para frenar la expansión del virus.
Recordemos las primeras manifestaciones, tanto de la OMS como de las autoridades sanitarias españolas, que casi ridiculizaban a quién usara una mascarilla, fuera de un hospital o centro de atención primaria.
Pero ahora se está yendo al otro extremo, y añadiendo medidas que no tienen ningún impacto, como la obligatoriedad de la mascarilla, en situaciones donde se puede mantener la distancia de seguridad (que sigue siendo 2 metros, no 1,5 metros; el virus no ha cambiado). El problema, desde mi punto de vista, no es tanto tener que llevar mascarilla en condiciones donde es innecesaria, sino crear una falsa sensación de seguridad. Llevar una mascarilla quirúrgica por parte de todos, reduce sin duda la capacidad de contagio del virus, pero *no* la elimina. Muchos ciudadanos parecen creer que ponerse la mascarilla, les hace inmunes al contagio. Eso, sin contar la forma en que se maneja la mascarilla, cuando se pone, se quita, se acomoda,...
El verdadero problema para cortar la transmisión con medidas de distancia social es la falta de disciplina de un segmento de la población. Por supuesto que la mayoría sí es sensible a las instrucciones al respecto, pero basta con que exista una minoría del 10-15% que no lo hace, para que tengamos montado el mismo escenario que en Marzo... donde parece que nos dirigimos en este momento, a buena velocidad.