Lo de las mascarillas es una anécdota.

La mejor mascarilla es la distancia, a un par de metros las posibilidades de infección decrecen muchísimo. Por tanto, en espacios abiertos donde se pueda mantener esa distancia, no son necesarias. Sí son recomendables, ahora y hace cinco meses, en espacios interiores y aglomeraciones. A muchos les ha dado por hacer obligatorio llevar mascarilla constantemente, por parecer que se hace algo, aunque tiene el peligro de provocar en algunas personas un falso sentimiento de seguridad, cuando llevan puesta una simple mascarilla quirúrgica.

Pero el verdadero problema en Madrid no son las mascarillas, sino la nefasta gestión de casos y su trazabilidad. El señor Aguado comentó hace un par de días, abiertamente, que había 182 rastreadores para toda la Comunidad. Una cifra casi de risa. Y encima lo arregla diciendo que: "si hiciera falta aumentarlo en función de la segunda ola de nuevos rebrotes, se haría para garantizar la atención y la monitorización de todas las personas que lo necesitan y su entorno"... Madre mía, que disparate. Precisamente, los rastreadores son necesarios para minimizar los nuevos contagios, no para ponerlos a trabajar cuando ya se hayan disparado, y exista transmisión comunitaria.

Por otro lado, aparte de las cifras que se declaran, que tienen que ser bajas con ese número de rastreadores, que van a pillar cuatro pacientes asintomáticos y medio, las cifras de ingresos hospitalarios ya empiezan a mostrar una preocupante pendiente. ¿Qué pasará dentro de diez o quince días?.

Lo mejor para España sería reunir a todas las autoridades sanitarias estatales y regionales, mandarles de permiso indefinido a Madagascar, y poner al frente a personas que realmente sepan lo que hacen.