Mientras los 10 millones de visitantes legales e ilegales que nos están metiendo no vayan a los barrios más pobres de las ciudades y se contagien por ello, no creo que sean más problema.
También puede suceder que los miles de ilegales infectados que nos están metiendo campen a sus anchas y expandan el virus en el transporte público, las reuniones familiares, en la calle o las discotecas. Estos ilegales son imprevisibles.
En cambio la concienciación de los nativos o la perfecta política de los entes competentes en las áreas implicadas de cada zona, auguran un año de buena salud y mejor principio y, valga aquí este ripio, de dicha y felicidad.