El sector automotriz en España da empleo a casi 300.000 personas de las cuales algo mas de 200.000 corresponden a empresas mas pequeñas que suministran componentes automovilísticos a los fabricantes, mas pequeñas y vulnerables que las grandes marcas.
El valor añadido sectorial en nuestro país se reduce al ensamblaje del coche o, lo que es lo mismo, operarios que forman parte de una cadena de valor, de bajo nivel formativo y, por lo tanto, fácilmente sustituibles.
Las plantas en España se mantienen gracias a todo un entramado de subvenciones que, en el fondo, suponen un pozo sin fondo para el paro encubierto. La realidad es que pagamos entre todos el empleo precario de unos pocos, que entran y salen varias veces al año del mercado laboral. Todo ello, en función de cómo esté hecha la norma.
Esto implica una elevada vulnerabilidad de nuestro país a cualquier cosa que provoque cualquier inestabilidad o incertidumbre en el sector, algo que parece que nuestros políticos próceres de la patria parecen olvidar o ignorar., sobre todo vistos sus últimos movimientos, como el impuesto al diesel o la elevada factura de la electricidad industrial.
Ahí tenemos las primeras consecuencias.
Y mientras nos cargamos la industria tradicional, nuestros intervencionistas gestores públicos continúan frenando la revolución digital, y seguro que Manuel sabe a que me refiero.