La sala fue medida previamente al tratamiento acústico y durante, hasta que con las nuevas incorporaciones ya directamente sonaba más agradable a oído, que no te puedo certificar que mejor en términos medibles (estuve más de diez años con el DRCoP conectado a mi sistema, por lo que algo de medir me empapé). Es esa sensación agradable en la que hablas y te gusta cómo suena tu voz, o esa sensación de ergonomía que es fácilmente descifrable a oído. Cuando vas a un buen teatro o a un buen auditorio ya sabes que lo que pongan a sonar allí lo va a hacer bien antes incluso de que empiece la obra. Pues eso.
La absorción es un problema y en muchos casos un error, pero tupir una sala a difusión lo veo como algo necesario si quieres llevar la experiencia acústica en casa a su extremo. Cuando hice bocetos al estilo de las instalaciones que se ven por las revistas o Internet, con cuatro plaquitas por aquí y dos por allá y listo, me di cuenta que con aquello algo se corregiría, pero no era el camino. En mi caso más siempre ha sido mejor. Cuando pequé en su momento con la absorción me perdí de la misa la mitad. Ese mismo día que monté volví a retirar. Fue un total desastre. Con la difusión no ha resultado ser así ni mucho menos. El sonido no rebota en puntos concretos de nuestra habitación, sino en todos y cada uno de sus lados y alturas, así que... ¿por qué no tratarlos?
Hoy tengo mucho mejor sonido a oído que cuando tenía la sala sin apenas nada y prácticamente plana con EQ en zona de escucha. Y ojo, que no fue nada fácil desprenderme del Edirol y el portátil, pero poco a poco se fue obrando el milagro.