Catalunya da un 'sí' contundente al Estatut, pero con baja participación

Catalunya ya atesora el tercer Estatut de su historia. Quienes ayer fueron a votar lo hicieron con rotundidad a favor de la que será la ley fundamental de todos los catalanes para los próximos años. La apoyaron sin resquicio para la duda, ya que representaron el 73,9% frente al 20,7% de nos. Pero esta vez fueron muchos, la mitad del censo de votantes, los que decidieron que no era necesario acercarse al colegio electoral. La participación se quedó en el 49,4%, aunque la barrera psicológica del 50% está casi asegurada con el voto por correo. Esa escasa afluencia a las urnas fue utilizada por los dos partidos que rechazaban el nuevo Estatut (PP y ERC) para atribuírsela y maquillar su fracaso.
El sí, a pesar de su contundencia, no pudo salir al balcón para celebrarlo. Literalmente. Los equipos de Pasqual Maragall y Artur Mas habían pensado en la posibilidad de saludar desde el balcón del Palau de la Generalitat y del hotel Majestic a sus seguidores, pero la escasa participación diluyó esas intenciones. Lo curioso es que los dos bloques, partidarios y detractores, contaban con una menor adhesión al texto y eran conscientes de que la abstención sería superior a la del Estatut de Sau (40,7%), pero daban por seguro que habría algo más de movilización.

Historial poco participativo
A juzgar por el resultado, los defensores del sí estaban demasiado preocupados por el peso del no, un voto que intuían más militante y menos sensible a la tentación de un día de playa espléndido como el de ayer. En cambio, la escasa participación pareció sorprender a todos. ¿Es un fenómeno tan extraordinario? Ciertamente, no. Catalunya no tiene en su haber un historial de participación demasiado llamativo en elecciones autonómicas. La abstención suele situarse alrededor del 40%.
Las comunidades históricas, pese a vivir un mayor sentimiento nacionalista, sufren mayor abstención. Se ha atribuido a la percepción general de que el poder central o el municipal es el que corta el bacalao de la vida cotidiana. Pero no se pueden hacer comparaciones con la mayoría de comunidades, que hacen coincidir sus elecciones con las locales.
La abstención de ayer tampoco debe leerse con dramatismo. Es responsabilidad de todos los partidos, está claro, pero resulta difícil de atribuir. Puede estar motivada por el cansancio o el enfado con un proceso largo y farragoso. También habría algo de eso --y de desacuerdo con la postura de ERC-- en el elevado porcentaje de votos en blanco (5,3%). La abstención puede deberse al mero desinterés, pero incluso a la confianza en que no existe una situación de crisis que obligue a movilizarse. Como va a salir sí, pudieron pensar muchos, no hay urgencia por votar.
De todas formas, parte del pastel abstencionista, el del área metropolitana de Barcelona por ejemplo, sería socialista, pero otra porción sustancial es del bloque del no. Cantan las cifras. Los defensores del sí (PSC, CiU, ICV-EUiA) reunieron en las autonómicas el 69% de los votos y ahora han convencido al 73,9%, mientras que el sector del no (ERC y PP) no ha sido capaz de arrastrar al 28% de sus votantes de hace casi tres años. Otro botón de muestra: Girona y Lleida fueron las provincias más aplicadas a la hora de ir a votar, pero su fuerte sentimiento identitario no reportó más noes, que podrían atribuirse a ERC. Al contrario, quedaron por debajo de la media.
¿Y ahora qué? Los políticos catalanes tienen cuatro o cinco meses para reconciliarse con los ciudadanos si es que ha habido desapego. Los resultados del referendo se van a convertir en munición electoral porque Pasqual Maragall ya anunció que avanzaría las elecciones al otoño. El president insinuó ayer (leer entre líneas de sus palabras está en boga) que podría repetir como candidato. Tras felicitarse por el resultado, Maragall hizo una especie de autoelogio de su perseverancia en el proceso estatutario, aseguró que su determinación por lograr el progreso de Catalunya "está bien viva" y, ojo con la apostilla de esta frase: "El Estatut se desarrollará con plena fuerza y yo pondré todo mi esfuerzo en ello".
La precampaña catalana está en marcha. Artur Mas no tuvo empacho en admitirlo y empezó a pedir la movilización de CiU para volver a la Generalitat, mientras que Josep Lluís Carod-Rovira (ERC), buscaba compartir su derrota con los demás.
En Madrid, otra tempestad empezó a gestarse anoche. La que enfrenta a José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. El líder del PP, cuya comparecencia o la de un subalterno dependía del resultado, salió ante la prensa --no admitió preguntas-- para meter en el mismo saco el no y la abstención, y concluir que es "el Estatuto con más rechazo de toda la democracia". Olvidaba pese a ser gallego (aunque luego rectificó sobre la marcha) que sólo el 28% votó el Estatuto de Galicia en 1980. Y eso que fue en día laborable.
Mientras Rajoy anunciaba un recurso de inconstitucionalidad contra el texto recién votado y pedía su paralización a Zapatero, el presidente del Gobierno vio la botella bastante llena: "La España autonómica avanza". Con normalidad y "asentada en la Constitución". Pareció decir a España: ¿Véis como no pasa nada?
El Estatut tardará más de un mes en aplicarse, ya que debe ser refrendado por el Rey y publicado en los boletines oficiales. Empezará entonces otra etapa para Catalunya.

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[img]La "sorpresa desagradable" para los partidarios del sí que Josep Piqué había augurado el viernes no llegó. Las previsiones del líder del PP catalán fallaron, igual que las de los meteorólogos, un error que permitió que miles de familias se fueran a la playa en vez de a las urnas. Y fue a la elevada abstención a lo que se asió ayer Piqué a la hora de interpretar el resultado del referendo del Estatut. "Dos de cada tres ciudadanos de Catalunya se han desentendido o han manifestado su posición contraria al proyecto", fue la frase que más veces repitió el dirigente popular. Y "fracaso", la palabra que más veces salió de su boca.
A juicio del presidente del PP de Catalunya, el proceso de aprobación del Estatut "ha sido un pésimo negocio político". "En vez de avanzar en el consenso, hoy se ha producido un extraordinario retroceso", afirmó en su comparecencia ante la prensa en un hotel de Barcelona, escudado por Francesc Vendrell y Dolors Nadal. Piqué pidió una reflexión a los "máximos responsables" del "fracaso político" que según él ha supuesto la consulta, que, prosiguió, son José Luis Rodríguez Zapatero, Artur Mas, Pasqual Maragall y José Montilla.

EL ESTATUT DE 1979
Piqué volvió a comparar el Estatut de 1979 con el del 2006, una contraposición que para él supone consenso frente a disenso, discordia y partidismo. Y sobre todo recordó la participación de entonces y la de ahora. "Hoy las nuevas instituciones tienen mucho menos apoyo. No creo que esta sea una buena manera de hacer política", denunció. "Quiero que se sepa que hoy no es un día agradable ni alegre para Catalunya. Hemos retrocedido de una manera muy importante".
Según Piqué, los costes de los dos años de negociación de la reforma legal han provocado el "desprestigio de las instituciones, de la clase política catalana". "Se han cargado un Gobierno, una legislatura y el prestigio del propio presidente de la Generalitat", remachó.

GANAS DE PASAR PÁGINA
Los populares creyeron empezar con buen pie la jornada electoral, cuando, a las seis de la tarde, se conocieron los datos de participación. El bajo índice --un 35,17%-- parecía dar la razón al exministro, convencido de que esta reforma legal no era "reclamada por la sociedad" y ha servido para marginar del discurso político las verdaderas inquietudes de la ciudadanía --la vivienda, la educación, la sanidad...--. Unos problemas que ayer citó ya Piqué, con ganas de pasar página y centrarse en el siguiente reto: las autonómicas de otoño.
Preguntado sobre el recurso ante el Tribunal Constitucional, Piqué prefirió callar con el latiguillo de "hoy no toca". El papel de policía malo se lo dejó a Mariano Rajoy.