No os quejéis, que tenemos la línea Ahído

¿Línea Ahído? Y eso, ¿qué es?

Bueno, pues ayer la ministra nos dijo que "Quiero agradecer a sus señorías la atención que me han prestado. Estoy convencida de que el compromiso con la igualdad de los miembros y miembras de esta Comisión...", etc, etc y que iba a habilitar una nueva línea de teléfono de información a los maltratadores "que les ayude a canalizar su agresividad, en vez de recurrir a la violencia".


Riiing... riiing...
– Dime, corazón.
– Perdón, me he equivocado.
– ¿Cómo lo sabes, cariño?
– Porque yo no quería llamar a un burdel.
– Esto no es un burdel, cielo, es la Línea Aído de apaciguamiento de maltratadores potenciales.
– Ah, pues es verdad, no me he equivocado. Pero es que tanto corazón y tanto cielo mosquean un poco.
– Hombre, se trata de apaciguar, ya sabes, ricura.
– ¿Por qué me llamas hombre?
– Porque aquí sólo llaman hombres, cariño. Es que hay que explicártelo todo.
– Pues me parece que está bastante claro que soy una mujer.
– Pensaba que eras un maldito macho con la voz atiplada, mi vida.
– Ya ves que no. Y dado que el macho eres tú y la hembra yo, déjate de zalamerías o te meto una denuncia, cabronazo.
– Oiga, señora, usted no tiene por qué llamar a esta línea. Adiós muy buenas.
– Como me cuelgues te denuncio. Soy miembra de varias asociaciones feministas.
– Dios mío… No estaré hablando con la ministra…
– No, cenutrio. ¿Por qué?
– Por lo de “miembra”.
– Lo que no entiendo es por qué ponen telefonistas varones en la Línea Aído.
– Muy sencillo. Porque en caso contrario estaríamos fomentando la violencia verbal de género. No olvide usted que aquí llaman machos maltratadores en potencia; se hartan de insultar a los telefonistas. Siendo nosotros de su mismo género, no hay problema.
– ¿Y no os calentáis?
– Oiga, señora, ¿qué quiere decir con eso? ¡Que uno es muy macho… quiero decir muy hombre… ejem… o sea… que no me gustan los hombres!
– ¿Tienes algo en contra de la homosexualidad, bastardo?
– Lo del insulto lo lleva usted bastante bien. No, no tengo prejuicios. ¿Me quiere usted buscar la ruina o qué?
– Te preguntaba, imbécil, si no os calentáis, si no os llenáis de ira con los insultos continuados de los usuarios del servicio.
– Bueno, sí. A veces no aguantamos más y nos citamos los de aquí con un grupo de usuarios y nos damos unas palizas de muerte.
– Qué divertido. Bueno, chaval, yo llamaba porque me acusan del asesinato de mi marido y…
– Pues eso es en el Tribunal Constitucional.
– ¿Cómo?
– En presidencia. Vaya usted preparando el recurso de amparo y luego ya llama a la presidenta y eso.
– ¿De verdad funciona así? No parece muy normal.
– Matar al marido tampoco.
– Oye, cerdo, que yo soy presunta.
– Perdone, señora.
– Pues ya llamo a esa otra línea, hijo de perra.
– Gracias, señora. A su disposición.

(C) Juan Carlos Girauta
Saludos