En teoría, sí. Por tres motivos:
Por mucho que, objetivamente, las monarquías constitucionales de estilo occidental han demostrado ser una forma de Estado exitosa y favorecedora de la estabilidad en la vida política, el hecho de que una persona esté destinada a un puesto público por razón exclusiva de nacimiento sigue siendo un punto no exento de polémica en su justificación.
La elección directa del Jefe del Poder Ejecutivo podría (sólo podría) aumentar la conciencia de la división entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, algo que en España hoy está muy lejos de ser real, ya que los partidos políticos sitúan a sus jefes en la Presidencia del Gobierno y desde ahí someten al Parlamento, que se convierte en herramienta de los partidos, en vez de representante de los ciudadanos.
Y puestos a tener una forma republicana de Estado, la forma Presidencialista (tipo Francia o Estados Unidos) me parece preferible a la de tipo simbólico (como Italia o Alemania).
Sin embargo, en la práctica la situación es menos idílica y racional:
La Historia de los dos intentos republicanos anteriores en España ha resultado desastrosa
La presencia tóxica de los partidos políticos como usurpadores, que no intermediarios, de la voluntad popular puede hacer que mi segundo argumento a favor de una República Presidencialista se convierta en una nueva razón en contra, si el Presidente así elegido trata de convertir su legitimidad popular directa en una carta blanca para asumir poderes cuasi dictatoriales.
De hecho, los partidos que abogan por una III República tienen fortísimas pulsiones totalitarias, lo cual hace que desconfiar de este proyecto sea una medida de prudencia básica hoy.