10 clásicos de clásica para la isla desierta

10 clásicos para dejar una isla desierta;

El Mandarín maravilloso de Bela Bartok. La singular mezcla entre refinamiento y brutalidad, primitivismo y elegancia escapa a las concepciones al uso. Entre el ballet, la suite dramática y la pantomima sórdida.
Exquisita devastación.

La consagración de la Primavera. Stravinsky pulverizando convenciones en una obra violenta, salvaje y de apabullante energía, aun siendo una pieza tonal y muy melodiosa. Por primera vez se emplea el ritmo como melodía (¡El rap no inventó el concepto¡), se subvierten los roles de la orquesta en varios pasajes(las cuerdas se utilizan con fines percusivos y los timbales marcan la melodía). La configuración y el tamaño de la orquesta también es novedoso e inusual. El rango dinámico y la presión sonora de esta pieza es un desafío acústico para cualquier ingeniero de sonido.
Por cierto, el trasfondo(proxeneta) de este ballet es bastante turbio. Una virgen adolescente obligada a bailar y exhibirse hasta la muerte por sus congéneres y vecinos para tener buenas cosechas y buen tiempo. Una historia de nuestro tiempo.

Cuartetos de Cuerda 1 y 2 de Leo Janacek. Personalmente los estimo superiores a aquellos de Debussy y Ravel (los cuales pienso que son esenciales).

Los quince cuartetos de Cuerda de Shostakovich. Una obra capital en este formato musical del siglo 20, junto a los de Bartok, Janacek, Elliot Carter, Prokofiev y Messiaen. Terror, sarcasmo y postergación infinita expresados de una forma dolorosamente bella.

Todo el mundo sabe que la obra musical más grande jamás compuesta por el hombre son los últimos cuartetos de cuerda de Beethoven. Dicho lo cual, lo único que queda por dilucidar es el de conocer el mejor entre ellos. Todo parece apuntar al 132, que se impone al 131 por virtud de su tercer movimiento. De donde le vino esta música a Beethoven es uno de los misterios más grandes de la humanidad. Es como viajar a la Luna en ala delta.
No es sencillo sobreponerse a esta música, que parece compuesta ayer mismo y que suena como un preludio incesante al futuro, un anticipo y una recapitulación de todo lo que vendrá y ya ha sido.

No muy lejos de allí se encuentra el Quinteto de Cuerda en Do Mayor D956 de Schubert, atrapando el ambiente enrarecido, el pathos, la textura y la densidad emocional de los últimos cuartetos de Ludwing Van.

La obra maestra operística del siglo XX, Wozzeck de Alban Berg. Atonalismo en su forma más libre y con ecos románticos. Al margen de una cualidad ruidosa que empapa la obra, Berg se apaña para desarrollar abundantes ideas de una forma musical mientras evita utilizar cualquier “mecanismo” musical. Ese es el sentido del genio.
Por cierto, también pienso que la única obra maestra dodecafónica fue escrita por Alban Berg. Su concierto para violín.

Mahler como la última frontera del sinfonismo. Obras descomunales y microcósmicas en las que suceden tantas cosas que se suscitan emociones y reacciones tan complejas y contradictorias que no pueden ser asimiladas desde una óptica racional.

Debussy fuera de los lugares comunes del impresionismo y la música de carácter pictórico. La verdadera naturaleza revolucionaria de su música se encuentra en la escritura armónica. Su demolición – por otra parte exquisita y metódica – del reinado hegemónico de la armonía diatónica para sustituirla por su exótica y brillante fórmula abre casi todos los caminos de la música moderna. Se puede debatir si fue más trascendente la técnica de Wagner para liquidar la fórmula armónica tradicional o la del francés (la interrupción armónica Wagneriana – también conocida como “coitus interruptus” frente a la disolución tonal Debussyana) pero es indudable la influencia que tales modelos han tenido en el desarrollo de la música.

Prokofiev. Sinfonia Nº 5, Romeo y Julieta, sus sonatas para piano y violín, sus conciertos de piano

Las sonatas para piano de Ustvolskaya. Un sentido de agravio y obcecación difícil de verbalizar musicalmente.

Creo que la lista me ha quedado muy apañada, es deficiente, está descompensada, es tendenciosa y muy, muy arbitraria. Como me gusta a mí.

Saludos