Poco que añadir a las versiones recomendadas por Mozart, pero sí creo que merece hablar un poco de este Genio de la música, *a propósito de esta sonata, quizás la más famosa aunque no la mejor (según el propio Beethoven) y de su música para piano -el ciclo más extenso, complejo y difícil de toda la historia del pianismo- pues Beethoven empezó su carrera como pianista de gran perfección y originalidad en sus improvisaciones.

Karl Ludwig Junker decía tras un concierto "..dejando a un lado el virtuosismo, comparándolo con Vogler, resulta más hablador, más expresivo, más próximo, en fin , del corazón; y resulta excelente tanto en el adagio como en el allegro".






BEETHOVEN: LA FORMA Y EL ESTILO

La forma clásica de la sonata evolucionó desde el cálido helenismo de Mozart hasta la intensidad dramática a la que la elevó Beethoven

La forma sonata parece haber sido creada especialmente para Beethoven, ya que ha de permitirle, partiendo de las células más reducidas, desarrollar al máximo y en forma insuperable y gradual frases de gran amplitud con las que expresar la alegría desbordante y la pasión de los movimientos rápidos como el recogimiento, la serenidad, la calma, la tristeza o la melancolía en los movimientos lentos. *



Último fortepiano de Beethoven (Conrad Graf, Viena, 1826)

Sin duda, en el aumento de esas las capacidades expresivas, fue de gran importancia el perfeccionamiento del pianoforte.


Escribió sus primeras sonatas divididas en cuatro movimientos, y mostraban la influencia de Mozart y, sobre todo, del último Haydn ( p.e. las op.2),


aunque también de *C.P.E. Bach (como el inicio de la op.13 "Patetica"), pero cuando su personalidad adquirió mayor fuerza no quiso limitarse a esa restricción, encontrándose ejemplos de sonatas en dos, tres o cuatro movimientos *dentro de las 32 *sonatas.

Tal fue el cambio que en una ocasión, cuando el editor recibió el material creyó que solo era una parte de la partitura, que uno de los movimientos se había extraviado, probablemente en casa del copista.

De hecho, las más célebres de las sonatas, la op.13 "Patética", la op.27 nº2 "Claro de luna", op.31 nº2 (La tempestad), la op. 53 "Waldstein" y la op.57 "Apassionata" constan de tres movimientos.

Beethoven desarrolló en otro sentido la forma sonata, haciendo más acusadas las divisiones de los movimientos, insistiendo sobretodo en los contrastes de temas y motivos, haciéndola vehículo para expresar sus estados de ánimo. Su inclinación hacia lo melódico, herencia mozartiana que su maestro Neefe había apoyado claramente, le hacía elegir casi siempre un adagio en las ocasiones que era invitado para exponer su arte en alguna asociación musical.





La limitación expresiva de la forma clásica de la sonata de su época hacía que muchas de sus sinfonías y sonatas fueran apreciadas *como fantasías musicales *más que como las formas clásicas de la sonata o sinfonía.

En este punto de inflexión, es donde aparecen las sonatas op. 23, "quasi una fantasía", apreciadas como Lieder sin palabras por Schumann o Mendelssohn, en donde Beethoven se muestra un "gran pintor de almas", que encuentra gran placer en la exploración del corazón.


A partir de ellas se desarrolla otro período estilístico, el periodo medio, tras su gran crisi personal de 1802, con una escritura de mayor complejidad como *acompañamientos *que se mezclan más con los temas, como sucede en la sonata Waldstein, el contrapunto en la Variaciones op.35 *o las fugas en los finales como en las Variaciones Diabelli. El trino, que hasta entonces era un mero adorno supletorio, pasa a formar parte de la composición misma, del crescendo, *como en la "Apassionata", y de la op.106, una de las más difíciles de interpretar por su sucesión de trinos de su final.



Sus últimas sonatas enriquecen la polifonía, uniéndose más los momentos líricos con los virtuosísticos en el espacio de pocos compases (como en el primer movimiento de la op.109), haciéndose aún más densas las indicaciones relativa a la ejecución, hasta el punto de considerarse en su época como imposibles de interpretar.



Beethoven como hombre de la Revolución, respetando y edificando sobre sus precursores, se aferró a sus convicciones afirmando su propia voluntad creadora, explicitado por su frecuente afirmación de que "había que coger por el cuello al Destino", con total ausencia de resignación , no en vano asume el espíritu de su Prometheus afirmando el poder del Hombre para regir su propio destino, característica del ideario del siglo de las luces, llevándolo a la práctica con sus obras, y ,


revolucionando los principios del Clasicismo dando una mano al subjetivismo del Romanticismo y la otra al realismo expresivo de la Ilustración, barriendo así los últimos vestigios del período cortesano en que vivieron sus predecesores.




Recordemos lo que le dijo al príncipe Lichnowsky: "Príncipe, lo que usted es, lo es accidentalmente por nacimiento; lo que yo soy, lo soy por mi mismo. Hay y habrá miles de príncipes; pero no hay más que un Beethoven".