Acto I - Escena 2
Habíamos quedado en la escena anterior en que Tamino y Papageno iniciaban el viaje en búsqueda de Pamina. De pronto, no se sabe bien cómo, aparece Papageno, solo, en una habitación del Palacio de Sarastro, donde el moro Monostatos, sirviente de Sarastro, hostiga a la joven Pamina que había intentado escapar. Primero intenta seducirla y como ésta le rechaza entonces la encadena. El hecho es que al encontrarse de repente Papageno y Monostatos frente a frente, a cada uno le asusta el aspecto del otro y huyen; pero Papageno vuelve, se presenta ante Pamina, le habla de Tamino, le dice que es un joven que está enamorado de ella y que han venido a rescatarla. La joven se declara encantada de ser el objeto de amor de un joven tan apuesto
.
Desde el punto de vista dramático, el valor de la escena radica desde mi punto de vista en dos aspectos:
1.- En un momento del largo diálogo entre Papageno y la princesa, éste le confiesa que "a veces le entran ganas de arrancarse todas las plumas cuando piensa que aún no tiene una Papagena", es decir una compañera similar a él. Ya veremos que en adelante las grandes escenas de la ópera relativas a la Iniciación, irán alternándose con escenas "ligeras" y humorísticas centradas en torno a la búsqueda de una "Papagena" por parte de Papageno.
2.- Al final del hermosísimo dúo que cantan los dos personajes y con el cual concluye la escena, ambos dicen:
"El amor endulza todas las penas, se le ofrece a toda criatura [...] su elevado fin se muestra claro, nada más noble que ser mujer y marido. Marido y mujer, y mujer y marido tienden a la divinidad".
Aparte de ser este duo el principal número musical de la escena 2 que estoy comentando, aquí aparece por primera vez el leit motiv de toda la ópera, y que para algunos especialistas la convierte no ya en una ópera masónica, sino Rosacruziana: el hombre puede purificarse, a través del amor y de la virtud para alcanzar la divinidad. Volveré sobre esto en un momento.
Acto I - Escena 3 y última
En esta escena ya entramos en materia.
Se inicia con la intervención de los Tres Muchachos, que son como la contrapartida a la Tres Damas de la Reina de la Noche. El papel de estos Muchachos en la obra es curioso porque sus intervenciones son breves pero importantes para encauzar los acontecimientos y nunca queda del todo claro a quién obedecen. Si bien en la primera escena parecía que a la Reina de la Noche, pronto queda claro que no es así, que van a su bola. En esta escena la indican a Pamino que "el camino le llevará a la meta, pero que debe mantenerse firme, paciente y silencioso".
Bien por las indicaciones de los Muchachos bien por su propio pie, el hecho es que Tamino llega ante TRES imponentes templos:
Templo de la Derecha: el de la Razón.
Templo de la Izquierda: el de la Naturaleza.
Templo del Centro: el de la Sabiduria.
Tamino intenta entrar primero en el de la Razón y es rechazado. También es rechazado en el de la Naturaleza. Cuando va a intentar entrar en el de la Sabiduria le sale al paso un Portavoz (un Sprecher en alemán) que le pregunta: "¿Qué buscas en este lugar sagrado". Tamino responde : "el lugar del amor y la virtud". Y con estas palabras se da comienzo a un rito iniciático que solo culminará con el imponente coro que cierra la ópera al final del acto II.
Pero vayamos por partes. Durante el diálogo que sigue entre el Sprecher y Tamino, éste se va enterando de muchas cosas. Primero que Sarastro reina en el Templo de la Sabiduría. Segundo, ante la confusión de Tamino que no entiende cómo el mismo hombre malvado que secuestró a Pamina puede ser reverenciado como Maestro y Sabio, el Sprecher le dice que se ha dejado engañar por una mujer. Y por último unas voces que proceden del interior del Templo le cuentan a Tamino que Pamina vive. Éste no cabe en sí de alegria y comienza a tocar la Flauta Mágica y a cantar el aria "Wie stark ist nicht dein Zauberton, weil holde Flöte".
El sonido de la Flauta es oido a lo lejos por Papageno y Pamina, quienes cantan alegres de poder encontrase con Tamino y corren a su encuentro. Pero son interceptados por el moro Monostatos. Aquí nos topamos con un momento musical delicioso, pues Papageno recuerda las campanillas o Glockenspiel que le dieron las Damas y el sonido que produce con ellas hechiza a Monostatos y a los esclavos que no pueden parar de bailar. Tras un breve duo de Papageno y Pamina suena una fanfarria de trompetas y arropado por un coro de voces, el primero de una serie de grandes coros que jalonan la obra, hace su entrada solemne el Gran Sarastro.
CONTINUA