Jordi Pujol o cuando ser honrado es un mal negocio
La posibilidad de que exista un independentismo no nacionalista es algo que viene siendo proclamado desde hace tiempo (desde el tiempo de Carod Rovira, para ser exactos) por ERC”
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No estoy intentando, quede claro, deslizar la idea de la existencia de un vínculo a este respecto entre el fundador y su proyecto político en cuanto tal, al que estoy convencido de que se sumaron personas sin la menor mancha. Ni insinuando la tesis, que tanto complace a algunos, de que en el origen del 'procés' lo que se encuentra es el intento de ocultar la corrupción de sus dirigentes bajo el manto de las movilizaciones de masas. Estoy tan solo pretendiendo constatar la existencia en la sociedad catalana de una anomalía, que me atrevería a calificar de estructural, generada por la naturaleza profunda del discurso nacionalista, incapaz de pensar desde otro lugar mental que no sea el de la víctima y, por ello mismo, incapaz también de la menor autocrítica.
Es precisamente esta anomalía la que permite entender la escasa, por no decir nula, exigencia de responsabilidad a sus dirigentes (ni por la corrupción ni por sus fracasos políticos) por parte de todo ese sector de la ciudadanía catalana afín al nacionalismo. Pero es también esta misma anomalía la que permite entender la errática huida hacia delante emprendida por dicho sector en busca del restablecimiento de un nuevo orden del daño que dé sentido a una deriva alternativa (hasta el punto que ya ha habido quien ha propuesto trasladar al 1 de octubre la fecha de la Diada, convertida de este modo en la gran celebración nacional de la represión), una vez que el orden originario, el fundacional, construido alrededor de la figura de Jordi Pujol y sus padecimientos se reveló como la más colosal de las imposturas. Bueno, junto con la de Enric Marco, claro.