Posiblemente compartamos puntos de vista acerca del afán protagónico de Don Baltasar. Lamentablemente, creo que nuestro encuentro de opinión se limita a esto. Según creo, este no es un debate con una cierta repercusión en la calle. Convendrá conmigo, al menos, en que no existe una alarma social manifiestamente palpable.
Bajo mi punto de vista, los reductos melancólicos del franquismo son marginales en la España actual, si bien se mueven en unos márgenes que gozan de generosa cobertura en sitios como este, y en general en los medios. Como todo radicalismo -poco importa su color- necesita de lugares de congregación donde reafirmar sus creencias. Y habida cuenta de la dispersión y arrinconamiento social de los partidarios del postfranquismo reclacitrante ¿qué mejor punto de encuentro que internet? La red, amén de salvar distancias geográficas, ofrece una impunidad inexistente en el trabajo o la comunidad de vecinos.
En la vida real, jamás conocí ser alguno que cabalmente, y en pleno uso de sus facultades, se dedicara a tratar de imbécil con repetición y altisonancia, a todo aquel que no comulgue con el doctrinario fascistoide. Hay individuos que se equivocaron de época. Echaron el ancla setenta años atrás y la imposibilidad de avanzar los aproxima indefectiblemente al naufragio. Hasta cierto punto, resulta comprensible que la amargura de no poder ni abrir la boca en la calle, digo, sin llevarse un porrazo de regalo y tres dientes menos, haya que sublimarla en los foros exhibiendo dentición y chillando agudamente, tal y como haría cualquier mono para marcar la propiedad de su árbol.