A tus años deberías cuidarte, una subida de tensión te puede aparejar una bajada al infierno, donde es evidente que tienes plaza. Anteayer sin ir más lejos, viendo un programa de la tele sobre las masías turolenses, reconocí a un antiguo compañero de estudios. Había decidido dejarlo todo y luchar por la recuperación de esos pueblos en vías de extinción. Parecía tan sano, tan felíz, tan orgulloso de su par de churumbeles...una búsqueda en gugel de su casa rural y resulta que el tio había palmado poco después en su Valencia natal. Infarto. Y es que no somos nada.
Después de leerte, si, mucho ornato, mucha palabreja de esas que parece que dan mucha enjundia, pero más vacío que el cráneo de la pajín.
Te mereces, o mejor aún me merezco, una réplica en condiciones, como corresponde a mi naturaleza y condición.
Pero el jumilla es denso, potente, y me temo.
Sólo un apunte, si no vas a la reunión de la comunidad de vecinos y además luego no alegas en plazo, en caso de que hubiera lugar, pues te jodes y aceptas la decisión de la mayoría. Porque querer vivir en tu chabolo está bien, cojonudo tener zonas comunes, una vecina a quien pedirle un poco de azúcar y ascensor para criar michelines. Ahora bien, te tragas las obligaciones, como todos. Y cuando toca derrama, pues pagas. Y si no quieres compromisos ni responsabilidades te mudas al campo o a una casita, aislado de cualquier otro, y proclamas allí tu puta república independiente.
Y ahora soy yo el que te doy un consejo. Costa Rica tú no. Allí es pura vida, alegría, buen humor, bailar hasta el amanecer, calor y mucho ron. Como leí cierta vez bajo una señal de velocidad limitada a 50, escrito en un cartón a mano, "Señor Chofer: En este barrio no sobran los niños". Sé que lo entenderás, pero si persistes, avisa.