Es una de esas películas que, de tanto bombo que le dan en la televisión, a uno se te quitan las ganas de verla. Si no hubiese sido por las buenas críticas que llevaba detrás (y no solo una gran campaña de promoción) y por el Oscar a Ang Lee, no creo que me hubiese animado a ir al cine. Al final me entró el gusanillo y decidí darle una oportunidad a la película que más partido ha sabido sacar a los efectos visuales que yo haya visto hasta el momento.
Considero que la película saca mucho partido a los efectos visuales, y que la mejor manera para disfrutarlos es yendo a una sala adecuada. Esto supone rascarse un poco el bolsillo y verla en 3D en vez de hacerlo en el formato habitual, pero merece la pena. Su mayor potencial reside en los maravillosos planos que Ang Lee y su equipo nos regalan, sobre todo en aquellos que ocurren durante la travesía de Pi. Uno puede matarse la cabeza buscando metáforas sobre si esto significa tal cosa y eso tal otra. Como ejercicio personal, me parece muy bien, pero realmente lo que hay que hacer es no buscarle las tres patas al gato y disfrutar simplemente de lo que se nos muestra. Hay planos muy bonitos, dignos de ser enmarcados (aquellos en los que el cielo y el mar confluyen son preciosos), y secuencias tan llenas de color que uno se pregunta si no le han metido algo en la bebida para ver semejante despliegue de animación.
También se aprecia que los efectos especiales están muy logrados. El tigre parece de verdad, hasta cuando sabes que a veces tiene que estar hecho por ordenador, y tanto el naufragio como las tormentas que sufre Pi en el mar simulan muy bien la angustia del momento, gracias a que el agua no parece digitalizada. Sin duda, el espectáculo visual que ofrece ha sido lo que más me ha gustado de la película.
Cualquiera puede disfrutar de la historia, independientemente de si uno es o no creyente (la película le da bastantes vueltas al asunto), pero no me ha gustado que fuese tan ambigua. Al final de la película queda una pregunta flotando en el aire que no deja muy claro qué ha pasado en realidad. Reconozco que no he leído el libro y no sé si esto también es así en la novela, pero me ha dado la sensación de que el director no ha querido mojarse con el tema para tener a todos contentos. Pues… no.
Como se suele decir por ahí, las cosas claras y el chocolate espeso. Quitando ese detalle, me he encontrado con una película muy bien construida. Resulta extraño que la primera mitad del filme, la que relata la vida de Pi cuando es un niño hasta el momento del naufragio, se me haya hecho más lenta que la segunda, cuando Pi está en el océano con el tigre. Con “lenta” no me refiero a aburrida: es imposible aburrirse con una película en la que están pasando cosas continuamente. Tampoco puedo dejar sin comentar que la visión que se da de India al principio de la película es muy diferente a la que podemos ver, por ejemplo, en las noticias. No hay que ser prejuiciosos ni pensar que la India es un país tremendamente pobre. Sin embargo, en la película se ve un país totalmente distinto a como es en realidad.
El final de la película se puede interpretar de varias maneras. Yo, personalmente, tengo un punto de vista más racionalista y creo que refleja cómo la gente prefiere ocultar la cruda realidad con una historia “espiritual”.En resumen, es una película para salir reflexionando del cine e ir asimilando poco a poco ya que cada vez que piensas en ella descubres algún nuevo matiz en el que no habías pensado.