Entre las tecnologías, el CRT (el tradicional televisor "de tubo") y el plasma presentan un contraste muy superior al LCD y sus sistemas derivados.
"Negros más negros, blancos más blancos", reza la publicidad de un televisor con un contraste teórico de 10.000:1.
La explicación es sencilla. La inmensa mayoría de los LCD del mercado funcionan con una retroiluminación fluorescente que permanece siempre encendida. Cuando un píxel ha de ser de color negro, éste intenta bloquear el paso de la luz. Sin embargo, la propia naturaleza de los cristales líquidos -a pesar de los filtros y otras mejoras- impide una total eficiencia del proceso.
El resultado es que, en lugar de negro, se obtiene una tonalidad gris muy oscura. Últimamente comienzan a aparecer dispositivos LCD cuya retroiluminación se apaga o disminuye localmente cuando se han de recrear las tonalidades más apagadas, aunque aún tendrán que demostrar su eficiencia en la arena comercial.
El plasma y el CRT, en cambio, generan su propia luz en los píxeles, por lo que para lucir el color negro no se encienden. En otras palabras, su negro lo es tanto como el de la propia pantalla apagada, y ello repercute en una notable mejora del contraste.